“He pasado la vida contando nubes viejas, nubes pesadas, nubes desnudas y algunas nubes solitarias”.
La mirada al cielo se pierde y se desconcierta.
Porque comencé a odiar la vida y el significado de esta, y recriminándose a su propio eco, el viejo da la vuelta. Y yo que lo sigo por mera coincidencia (al voltear la esquina sin animo de que así fuera). Caminamos los mismos pasos, el ya tambaleante, yo un paso perdido, yo camino para no encontrarme en sus pasos y el para despedirse de los que alguna vez hizo. Así pues voy escuchando el reproche que se da a si mismo en voz tan baja que casi pareciera que lo piensa. Me desespero, miro a los arboles y al cielo por no mirar la figura que se va desvaneciendo, por no mirar al joven que se hizo viejo, por no mirarme en el. Respira hondo como si quisiera atragantarse de los años que se le han ido. Me alejo del viejo y él se aleja de la vida.
Dos minutos después con cada uno de los segundos el viejo tropieza. Mi primer pensamiento es irle ayudar, mis piernas no responden, mi vista lo sigue y simula perderse. Me detengo en una lucha de razonamientos, no me muevo; ¡no me muevo!, ¿porque no me muevo?
Cuando por fin mis piernas parecen despegarse de sus pretextos, cruzo y trato de socorrer al viejo, otro mas le esta ayudando, sus piernas se movieron primero, su razón y su corazón también. Trato de ayudar pero se me expulsa como si antes se hubiese visto que me paralizo el hacerlo o no. Solo atino a alcanzar la bolsa que el viejo traía en la mano. Entre palmadas se revela el espíritu que no quiere ayuda alguna. Todos le ven pero solo dos le ayudan. Mentira solo uno, el otro soy yo. Y me muevo tan despacio que pareciera no hacerlo. Acaso los demás también se mueven a una velocidad tan apacible que parecen no hacerlo.
El viejo, se enoja y nos dice cosas, no atino atenderle. Solo escucho una del joven, abuelo. Y el abuelo entonces pasa de ser un viejo a ser un familiar, aunque no es por sangre, ni por ser conocido sino por empatía.
El abuelo se para, me arrebata la bolsa y se mete a la tienda, el joven sigue sus paso y me agradece en forma rápida, adentro alguien mas le dice papa. La bolsa entonces se abre y muchos infantes que están dentro del local, gritan por un dulce que el abuelo ha traído.
Quiero desaparecer mi culpa cruzando la calle lo mas rápido posible, pero el transito me lo impide. El abuelo con sus años, con su fragilidad todavía piensa en los demás. Porque no me moví, sigo pensando, porque no corrí, que hizo que no me diera gana de ayudar. Todavía no lo se. Todavía no se porque los demás no se movieron, tampoco importa que de no ser su abuelo el joven se habría movido, no se, duele. Duele crecer, duele envejecer, duele dejar uno de vivir algún día. Me pregunto nos dolió nacer, también nacer fue una confusión y existió ese miedo de no saber que venia.
2 comentarios:
si duele, pero no deja de ser bello!
es cierto! ;)
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