lunes, 2 de marzo de 2015

Caída libre

A veces uno se siente como parada en la roca más alta de un enorme abismo, ahí podemos sentir el  aire golpeteando contra nuestro cuerpo, contra nuestro rostro; la adrenalina y el miedo nos recorre al sentirnos enfrentados al inmenso vacío. Ahí uno lucha por no caer, uno lucha por alejarse, por sostenerse de lo que sea, aunque lo que sea, tiene índole nocivo, aun así uno se empeña en abrazar eso.  Sin darse cuenta que más allá del abismo hay un mar, un mar que no repica contra las olas si no las abraza suavemente un mar que nos invita a nadar, a caer en él y sumergirnos sin peligro alguno; pero uno no lo ve. Así estoy, aferrándome con los pocos dedos que me tocan y la vida empeñada en mostrarme mejores mañanas y yo empeñada en no soltar lo que tengo: nada.
Ahí están todas estas caídas emocionales que me impulsan al vacío y en mi miedo no veo el agua calma, el placer que sería nadar en esas aguas. Y bien ya hace unos días me dieron un gran aventón y hoy termine por tirarme, aún estoy recorriendo ese vacío  entre el abismo y el mar, aun las lágrimas no secan y fluyen por si solas, espero pronto llegar al mar, nadar en sus suaves olas dejar el miedo y la angustia atrás. Dejar esa sensación de sentirse dejada de lado de sentirse negada para el amor. Y mientras la caída dura tanto no queda más que cerrar los ojos y no sentir más el corazón.