viernes, 24 de junio de 2011

el ciber espacio...


Los hay nacidos de dos en dos
Los hay nacidos el uno para el otro
Y los hay nacidos, simplemente así solos.
Lo bueno del internet es que te ofrece ese mundo ficticio para perderse, navegar entre cinturones de información, placer, gozo, obligación moral, humor..
Lo malo del internet es que te ofrece ese mundo ficticio donde todo mundo parece alcanzar toda y cada una de sus expectativas menos uno, cada extraño idolatrado amigo por el falso contacto de estar todo el día en línea parece nadar en un mar de altos estándares morales, de felicidad, amor, humor, animo excepto uno.
Ahí está uno, cansado de patalear contra los estándares que no se alcanzan, contra las ambiciones que no se llevan a cabo sumergiéndole a uno hacia el fondo. Ahí uno, con la insolación de los amores perfectos de amigables extraños que todas las mañanas, tardes y noches dejan caer los imperdonables rayos del amor concebido para todos menos para uno.
Lo feo de internet es la desorientación que ofrece en cuanto a los temas, un pequeño tópico pareciera dejarnos en el centro de un bosque mitológico donde cada punto tiene una razón válida y cada pensamiento es una verdad para ser seguida.
Lo bonito del internet es satisfacer el ego interno del conocimiento, de la vanidad, o de la aspiración. Construir castillos al viento, decir frases que son imitadas y repetidas hasta las doscientas mil visitas. Tener un espectador incansable, insaciable  y siempre listo para aplaudir.
Lo ridículo del internet es darnos cuenta que todo comentario por más pobre en razonamiento, belleza o verdad tiene asegurado el aplauso. Que cualquier mínima conversación crea sensación de conocimiento del otro y culmina en una amistad ficticia llena de solo de post, fotografías y videos referenciados.
Finalmente lo adictivo de esto es que como buena droga calma los inciertos que se tienen con un simple clic. Se queda todo lo triste, lo estresante, en pausa. Ofrece al cuerpo esa sensación de vivir los momentos que se desean, ofrece la lectura a todas horas convertida en oído, corazón, movimiento y en algunas ocasiones hasta sentimiento.